EL SUEÑO DE GUTENBERG

La revolución digital de los libros a las puertas del siglo XXI.

Por José Antonio Suárez

La impresión sobre pedido (POD, Print On Demand, un nuevo acrónimo inglés que añadir a la larga lista de barbarismos que nos invade) promete revitalizar el mundo editorial en pocos años, y disminuir rápidamente el riesgo empresarial que supone la edición de un libro impreso. Presentado en la feria del libro de Chicago, este nuevo sistema permite imprimir en treinta segundos un libro completo, incluidas tapas a todo color, y ya está siendo utilizado por la distribuidora Ingram, la más importante de los Estados Unidos, para atender la demanda de aquellos libros que por su escasa tirada acaban en poco tiempo agotados o descatalogados, y cuya reedición resulta económicamente inviable. Diseñado para tiradas entre 500 y 15.000 ejemplares, el texto se digitaliza y almacena en el ordenador listo para ser impreso en cuanto un cliente lo solicite.

Hay gente que recela de la informática o sencillamente la odia, atribuyendo la invención de los ordenadores y de Internet a una conspiración satánica, y auguran un porvenir negro, negrísimo, a la literatura, sin darse cuenta de que será la tecnología digital la que acabará salvando a la literatura de su extinción. Los almacenes de las editoriales rebosan de libros devueltos, y su interior se parece mucho a ese mastodóntico lugar que aparece al final de "En busca del arca perdida", donde todo lo que se guarda en él acaba olvidado y sepultado bajo una capa de polvo. Triste final para tantos buenos libros y sus creadores, un destino que ninguno de ellos (bueno, casi) se merece, condenados al ostracismo por las leyes del mercado y la limitación de tiradas. Un derroche de medios y dinero que, por mucho que miremos a otro lado, no podremos permitirnos mucho tiempo más. La superficie forestal, como las tiradas, también es limitada, mucho más que éstas, y al ritmo actual de devastación de extensiones arboladas, la tecnología POD no sólo será una opción a tener en cuenta, sino una necesidad impuesta por la escasez de materia prima.

Algunas editoriales americanas se encuentran al borde de la ruina por culpa de los libros de tiradas de cientos de miles de ejemplares (escritos por famosos, políticos o delincuentes que venden los derechos de sus historias para un público ávido de morbo). Claro, luego se encuentran con la sorpresa de que las memorias del senador fulano o el cómo descuarticé a mis tres mujeres y me las comí con pasas, no cubren siquiera el anticipo pagado al autor. El resto de la tirada se pudre en esos almacenes. Para evitar el derroche de papel y las pérdidas, la impresión bajo demanda produce únicamente aquellos libros que van a venderse, ni uno más. No hay stocks sin vender ni desperdicio de celulosa. Se puede recurrir a la impresión tradicional si se está razonablemente seguro de que de un libro se van a vender x cientos de miles de ejemplares, como por ejemplo, el ganador de un premio literario importante que los consumidores compran por inercia o para regalar en Navidad; esos libros tienen aseguradas las ventas de antemano, pudiéndose utilizar a la tecnología POD a largo plazo, cuando las ventas disminuyan y el eco promocional desaparezca. Quizás la impresión sobre demanda no dé los resultados que se prometen desde el otro lado del charco, pero es una idea positiva que podría dinamizar el panorama literario y beneficiar a los géneros de minorías, principales víctimas de la política comercial de las grandes editoriales.

Buscar un libro de tirada corta, publicado hace un par de años, es una labor ingrata y la mayoría de las veces estéril. Una vez agotada la tirada inicial no se suele reimprimir porque las escasas ventas de la primera edición no compensan económicamente una segunda. Con la impresión sobre demanda el libro jamás estaría descatalogado, su texto se encontraría permanentemente disponible, digitalizado en la distribuidora y preparado para ser impreso a razón de dos unidades por minuto. Para ediciones cortas, es un método ideal para hacerse con títulos inencontrables.

No será, en cambio, el fin de las editoriales, como tampoco lo fue la aparición del ordenador, el CD-ROM o Internet. Al contrario, los editores saldrán muy beneficiados con este nuevo sistema, pudiendo diversificar su oferta al incrementar el número de títulos en catálogo, ya que se reduce drásticamente el riesgo de inversión. Si desaparecen los stocks en almacenes, desaparecen las pérdidas. Y también los saldos, así que adiós a las ferias de ocasión y a comprar libros a cuatro duros. La máquina POD imprime el libro al tiempo que recibe el pedido, no se desperdicia papel porque ejemplar que se imprime es ejemplar vendido. Editores y lectores se benefician; y esto resucitará también a pequeñas editoriales que, como tristemente recordamos todos, no tuvieron más remedio que saldar sus colecciones al encontrarse con unos restos de edición en almacén a los que no podían dar salida. Con el sistema POD, esas colecciones acabarán resurgiendo y podremos obtener cualquiera de sus títulos fácilmente. La palabra "agotado" dejará de tener sentido, habrá un ejemplar dispuesto a ser impreso cuando el cliente lo solicite.

Si bien la impresión bajo demanda es una ingeniosa aplicación de la tecnología ya existente al mundo editorial, no es ésa la auténtica revolución que está a la vuelta de la esquina. Ésta ya tiene un nombre, se llama tinta electrónica y promete cambiar de un modo definitivo la cultura del papel. Para aclarar dudas al lector, no me estoy refiriendo a los e-books, pantallas portátiles de cristal líquido diseñadas para leer textos. El e-book, al igual que la impresión bajo demanda, aplica la tecnología existente a usos concretos, pero no resuelve importantes inconvenientes que tiene el texto digital frente al impreso. La pantalla no posee la misma nitidez que un libro; además, emite luz y tiene una autonomía escasa. Todos estos inconvenientes acabarán frenando la expansión del e-book, que al poco de nacer se ha convertido en un producto tecnológicamente desfasado.

La tinta electrónica no está basada en el cristal líquido, sino que representa una innovación real que va a revolucionar el mundo de la información. Su secreto consiste en un nuevo material llamado Gyricon, unas microesferas blancas y negras que al paso de una corriente eléctrica giran para componer el texto. Una lámina de material flexible de tres milímetros de espesor contiene las microesferas, que pueden girar tantas veces se desee y así componer nuevo texto o imágenes, con un consumo mínimo (se estima que dos pilas alcalinas son suficientes para mantenerla durante meses).

Las ventajas de esta nueva tecnología son evidentes. No habrá que comprar los periódicos en el quiosco: con un único ejemplar hecho de papel electrónico, se renovará su contenido diariamente mediante radiofrecuencia. Un solo libro electrónico bastará para leer en alta calidad, y con un amplio rango de autonomía, cualquier obra cuyo contenido esté previamente digitalizado. Teniendo en cuenta la cantidad de libros y publicaciones cuyo contenido se encuentra en Internet al alcance de los lectores, la incomodidad de leer textos largos en la pantalla del ordenador desaparecerá, sin necesidad de esquilmar nuestros bosques.

Se prevé que los primeros libros de papel electrónico estén en el mercado dentro de dos o tres años. Hasta entonces, habrá que tener paciencia. La tecnología que nos legó Gutenberg (y de la que es heredera la tinta electrónica) nos acompañará todavía durante un largo trecho antes de desaparecer.