Presentación de La luz del infinito
La ciencia ficción es la literatura del cambio, especula sobre las
transformaciones de nuestra sociedad en el futuro. Vivimos en una época de
constantes mutaciones, única en la historia de la humanidad; hemos asistido a
transformaciones revolucionarias en nuestro modo de vida: los ordenadores, la
telefonía móvil, Internet, avances tecnológicos enormes irrumpen en el curso de
nuestras vidas y todavía no nos hemos adaptado a ellos. Se ha dicho que la
ciencia ficción está en crisis porque no ha sabido adivinar el futuro. Algunos
se sienten decepcionados de que no exista ningún hotel espacial en la Luna ni
podamos pasearnos por la superficie de Marte, y deducen que si la CF no sabe
pronosticar el futuro, no sirve para nada. Incluso algún editor ha aconsejado
que, siendo la CF perecedera al quedar desbordada por el torbellino tecnológico
en que estamos inmersos, los autores deberían abandonarla y centrar sus
esfuerzos en la fantasía, menos influenciable por nuestra realidad.
A los que piensan así, les diré que si la CF, a veces se siente rebasada por los
cambios, es porque precisamente está conectada con nuestras vidas, con la
realidad, y los cambios influyen decisivamente en ella. Es una literatura que
nos habla de lo que somos y de lo que podríamos ser.
Los autores de CF no tenemos facultades adivinatorias, ni una bola de cristal
que funcione. No podemos predecir el futuro porque éste se construye
diariamente. El futuro está en constante cambio, pero no por ello deberíamos
renunciar a especular sobre él. Es el lugar donde vamos a pasar el resto de
nuestra vida. Ofrecemos posibilidades, no certezas. Si alguien busca en la
Ciencia Ficción un mapa preciso de lo que va a ocurrir, no lo encontrará ni
ahora ni nunca.
Hay infinidad de futuros posibles, y solo uno acaba colapsando en realidad. En
el futuro que se plantea en La luz del infinito, la humanidad está inmersa en un
profundo proceso de cambio. No es solo la tecnología la que transforma nuestra
vida; somos también nosotros mismos, que evolucionamos de acuerdo a esa
tecnología. Aunque no todos. En ese futuro hipotético que planteo, la humanidad
ha llegado a las estrellas, pero ha tenido que pagar un precio: ha sufrido una
mutación propiciada por la tecnología, de tal modo que en el libro coexisten dos
especies humanas: la que se ha quedado en la Tierra —que a duras penas ha
colonizado un puñado de mundos desolados— ha renunciado voluntariamente a los
cambios y mantiene las características tradicionales del homo sapiens;
por otro lado están los errantes, seres perfeccionados por la ingeniería
genética, que pueden morir y resucitar indefinidamente en otro cuerpo. Seres que
en teoría pueden burlar a la muerte. Digo en teoría, porque en la práctica, la
realidad pone muchos condicionantes a esta afirmación.
La tecnología no es intrínsecamente buena ni mala. Es el uso que hacemos de ella
lo que la convierte en un instrumento beneficioso, o en un arma. La tecnología
de resurrección no escapa a esa regla: en malas manos, puede acabar con nuestra
libertad.
Los errantes, virtualmente inmortales, se han escindido a su vez en dos grupos:
los que viven en el régimen suryano están sometidos a la peor dictadura que
puede existir, capaz de fisgar en los pensamientos de sus ciudadanos. En el otro
grupo viven los errantes libres, que luchan por una sociedad utópica en la que
la vida eterna no dependa de los intereses del gobierno ni de las grandes
compañías.
El panorama que se dibuja es un futuro de conflicto con complejas relaciones
entre los diferentes bandos; y en mitad de todo ello, un descubrimiento que
cambiará la concepción del ser humano sobre el cosmos: la luz del infinito. ¿La
aparición de la inteligencia en el universo es inevitable, o fruto del azar?
¿Estamos aquí por alguna razón en concreto? ¿Qué sentido tiene el universo? ¿Por
qué existimos? Son preguntas que muchos nos hemos hecho alguna vez, y que
parecen no tener respuesta. Posiblemente nunca la tengan. O quizá sí. Pero
tendrán que leer el libro si quieren descubrirlas.
Estos interrogantes inducen al debate y la reflexión. Creo que si después de
acabar el libro, dedican un poco de su tiempo a pensar sobre estas ideas, habré
conseguido mi propósito. Y si a la vez disfrutan de la experiencia de la
lectura, de grandes batallas espaciales y de viajes a través de las estrellas,
pues mucho mejor.
José Antonio Suárez